sexta-feira, 13 de junho de 2008

Misericordia siempre.....

Cuéntase que Jesús, después de haber lanzado la parábola del Buen Samaritano, entraron los apóstoles en el examen de la conducta de los personajes de la na­rrativa.
Y porque lanzaron fulminantes reprobaciones en torno a algunos de ellos el Cristo prosiguió con la enseñanza más allá del contacto público:
— “En verdad, — acentuó el Maes­tro, — refiriéndonos al prójimo, ante las indagaciones del doctor de la Ley, frente el pueblo, la enseñanza de la misericordia tiene raíces profundas.
Quien pasase irradiando amor en el camino, donde el viajero generoso dió testimonio de solidaridad, encontraría más amplios motivos para comprender y auxiliar.
Más allá del hombre herido y arroja­do al polvo, claramente necesitado de so­corro, tendría cuidado de apiadarse del sacerdote y del levita, sumergidos en la obsesión del egoísmo y carentes de compasión; simpatizaría con el hotelero, dirigiéndole pensamientos de bondad que lo sustentasen en el ejercicio de la pro­fesión; compadecería a los malhechores, orando por ellos, a fin de que se rehicie­ran, delante de las leyes de la vida, y, tanto cuanto fuera posible, ampararía a la víctima de los ladrones, extendiendo igualmente manos actuantes y amigas al samari­tano de la caridad, para que no les esmorecieran las energías en las tareas del bien”.
Y, delante de los compañeros sor­prendidos, el Maestro concluyó:
— “Para Dios, todos somos hijos benditos y eternos, pero mientras la mise­ricordia no se nos fije en los dominios del corazón, en verdadero habremos alcanzado el camino de la paz y el reino del amor”.

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