sexta-feira, 29 de março de 2013

Unicamente Así



“En Esto es glorificado mi Padre, en que deis muchos frutos:
 y así seréis mis discípulos.” – Jesús. (JUAN, 15:8.)

En nuestras aflicciones, el Padre es invocado.

En las alegrías, es adorado.
En la noche tempestuosa, es siempre esperado con ansia.
En el día festivo, es reverenciado solemnemente.
Alabado por los hijos reconocidos y olvidado por los ingratos, el Padre da siempre, esparciendo bendiciones de su bondad infinita entre los buenos y los malos, justos e injustos.
Enseña el gusano a humillarse, el arbusto a desenvolverse y al hombre a razonar.
Nadie duda, sin embargo, en cuanto a la expectativa del Supremo Señor por nuestro respecto. De existencia en existencia, nos ayuda a crecer y a servirlo, para que, un día, nos integremos, victoriosos, en su divino amor y podamos glorificarlo.Nunca llegaremos, con todo, a semejante condición, simplemente a través de dos mil modos de coloración brillante de nuestros sentimientos y raciocinios.
Nuestros ideales superiores son imprescindibles, y en el fondo se asemejan a las flores más bellas y perfumadas del árbol. Nuestra cultura es, sin duda, indispensable, y, en esencia, constituye la robustez del tronco respetable. Nuestras aspiraciones elevadas son preciosas y necesarias, y representan las hojas vivas y primorosas.
Todos esos requisitos son imperativos de la cosecha.
Así también ocurre en los dominios del alma.
Solamente es posible glorificar al Padre cuando nos abrimos a sus decretos de amor universal, produciendo para el bien eterno.
Por eso mismo, el Maestro fue claro en su afirmación.
Que nuestra actividad, dentro de la vida, produzca muchos frutos de paz y sabiduría, amor y esperanza, fe y alegría, justicia y misericordia, en el trabajo personal digno y constante, por cuanto, solamente así el Padre será por nosotros glorificados y solo en esa condición seremos discípulos del Maestro Crucificado y Redivivo.

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