quarta-feira, 26 de março de 2008

Libertad Ajena....

Siempre que ejercemos influencia sobre alguien que convive con nosotros en los caminos de la madurez, sea en la condición de padres o mentores, familiares o amigos, es muy fácil traspasar los límites de la convivencia trabando en aquellos que más amamos los movimientos con que se dirigen hacia la libertad.
Practiquemos, sí, la beneficencia de la educación procurando orientar, instruir y corregir amando siempre, pero sin violentar y sin imponer.
Acostumbramos providenciar todo en be neficio de los seres queridos en cuanto al aprovisionamiento de recursos naturales, olvidándonos, sin embargo, muchas veces, de darles la oportunidad de ser como deben ser. En ese sentido, examinemos el propio espíritu y verificaremos cuánto estimamos la facultad de ser nosotros mismos, de abrazar las creencias que se nos muestren más de acuerdo con la capacidad de discernir, de ser respetados en las decisiones que asumimos, de buscar el tipo de felicidad que se armonice con la paz del espíritu, de escoger los amigos que nos parezcan más dignos de atención o de afecto. Aun cuando nos enganemos, sepamos aprovechar la lección para subir en la escala de nuestra adaptación a la realidad, debitándonos ]os errores y fracasos, sin razón para quejarnos de los demás.
Midamos la necesidad de emancipación en el prójimo por nuestro propio anhelo de independencia, y siempre que nos caiga, bajo los ojos, cualquier estudio en torno a la indulgencia recordemos la dádiva preciosa que todos los compañeros de experiencia esperan de nosotros en aflictivo silencio; el permiso de cogitar en su propio perfeccionamiento en la escuela permanente de la vida, tan auténticos y tan libres como Dios los hizo.
Libro: Manos Unidas

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