quarta-feira, 28 de maio de 2008

Trabajo Siempre...

El trabajo será siempre el prodigio de la vida, creando comodidades y progreso, alegría y renovación.
Si la dificultad te visita, elige en él el apoyo en que te sustentes y sorprenderás inmediatamente la necesaria liberación.
Cuando la neblina de la tristeza te envuelva en melancolía, procura en él el clima en que te acojas y te observarás, bajo una nueva claridad de coraje y esperanza.
Ante la amargura que te persiga, a la vista de ofensas con las que absoluta­mente no contabas, utilízalo como reme­dio saludable y obtendrás, en poco tiem­po, la bendición de la comprensión y la tranquilidad del olvido.
Debajo de la omisión que te hiera, refúgiate en él y recuperarás sin demora el lugar que el mérito te designa.
Frente a las injurias que te maltra­ten el corazón, insiste en él y, con la ben­dición de las horas, olvidarás el escarnio y la persecución, colocándote en el rum­bo cierto de la verdadera felicidad.
Frente al dolor de los propios erro­res cometidos, persevera con él en lo co­tidiano y, en poco tiempo, lograrás se­renidad y restauración.
En los momentos claros de la senda, trabaja y atesorarás más luz en el camino.
En los instantes oscuros, trabaja y disolverás cualquier sombra, descubriendo la senda que el Señor te dió para trillar.
Todo lo que el hombre posee de útil y bello, grande y sublime, se debe al trabajo, con el que se le engrandece la presencia en el mundo.
Haya, pues, lo que hubiere, se am­plíen los obstáculos, se agiganten los problemas, se intensifiquen las luchas o se agraven las pruebas, trabaja siempre en el bien de todos, porque, trabajando en la mies del Bien, puedes conservar la certeza de que Dios te sustentará.

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