quarta-feira, 28 de maio de 2008

Vida y Muerte...

La vida es luz, donación, alegría y movimiento.
La muerte es sombra, egoísmo, desaliento e inercia.
Analiza las fuerzas vivas que te ro­dean y observarás la naturaleza deshacerse en cánticos de trabajo y amor, ase­gurándote el bienestar.
Es el árbol creciendo en la produc­ción intensiva, el manantial en actividad constante para garantizarte la existencia, la atmósfera rehaciendo sin cesar los elementos con que te preserva la salud y el equilibrio.
Pero no lejos de ti puedes ver igual­mente a la muerte en el pozo estancado en que las aguas se corrompen, en la azada inútil que la herrumbre devora, en el fruto desaprovechado que la corrupción daña ...
Depende de ti despertar y vivir, valorizando el tiempo que el Señor te confiere, extendiendo el don de ayudar y aprender, amar y servir.
Muchos nacen y renacen en el cuerpo físico, transitando de la infancia hacia la vejez y del sepulcro a la cuna, a la manera de almas endurecidas en el egoísmo y en la rebelión, en la ociosidad o en la delincuencia, a la que irreflexiva­mente se acogen.
Absorben los recursos de la Tierra sin retribución, reciben sin dar, exigen el concurso ajeno sin ningún impulso de cooperación en favor de los demás y absorben las fuerzas que encuentran, como vorágine que todo lo consume sin ningún provecho para el mundo que los acoge.
Semejantes compañeros son real­mente los muertos dignos de socorro y de piedad, porque a distancia de la luz que les corresponde inflamar en sí mis­mos, prefieren sumergirse en la inutili­dad, acomodándose con las tinieblas.
Recuérdate de los talentos con que Dios te ennoblece el sentimiento y el ra­ciocinio, el cerebro y el corazón y, hacien­do verter la gloria del bien, a través de tu verbo y de tus manos, despierta y vive, para que, de las experiencias fragmenta­rias del aprendizaje humano, puedas, un día, alzar vuelo firme en dirección de la Vida Eterna.

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